lunes, 5 de febrero de 2007

Sintecho.


Hombre de la noche y del día. Por ti han pasado, y se suceden aún, las horas a borbotones delante tuyo. Muchas de ellas iguales, como una fuente de momentos repetidos que a veces te salpican para refrescarte la memoria. Pero siempre confías tú, en que arreglarás esa avería o ese chorro de minutos incesante, colocando tu brazo experimentado y lleno de marcas, de caminos, de valles y montañas; él, con tu mano, algún día te sacará de este estanque agarrándote del cuello de la rancia chaqueta. Sí, porque entre las pocas cosas que te valen, o en las que aún confías, se encuentran tu mano, y a veces tu alma y tu cabeza... lo demás, ya no sabes bien a quién pertenece. De tu bolsillo un buen amanecer (sea la hora que sea, cuando abras los ojos), y encandilado por el rayo del cambio necesario, sacarás alguno de esos artilugios, que sólo se ven dentro de atuendos como el tuyo, para guiar ese fluido remanso de horas, para que no haga falta que te salpiquen cada cuánto a ellas se les antoje, porque ahora serás tú quien las tome de las riendas del segundero, en un trote que dejará atrás, nuevas marcas, caminos, valles y montañas.

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