domingo, 4 de febrero de 2007

La soledad de las cosas.

Una vez me dio por pensar en lo que ocurre en los lugares en los que no estoy, y sentí impotencia. No se trata de ese querer estar y disfrutar de todo lo que vemos en los medios, o imaginamos, que también se siente a veces. No, esto era más simple. Me refiero a una sutil pena por esa piedra solitaria, en lo alto de esa loma, o por esa planta o flor que no es vista ni observada; están tan solas! No me entiendan mal, no intento ahora alavar poéticamente a la naturaleza. Hablo de esa playa o esa ola, de esa carretera, torre eléctrica o esqueleto que han dejado los buitres, hace un año, como elementos resignados a no ser vistos, y lo siento. Claro, si nunca han sido vistos, no creo que echen de menos nuestras miradas o presencia pero, ¿Y si fueron observados alguna vez? Debe ser tanto el sentimiento de abandono, que ya ni piensan en él, o ni lo sienten algunos, sino cuando les da por recordar quienes fueron, lo importantes que fueron, o para qué fueron concebidos. Un día sales de tu casa, y ves los escalones a los que cada mañana pisas y miras, sin apego casi, pero reciben tu mirada, y son importantes para ti, porque atiendes a ellos, ya no sólo mirándolos, sino concentrándote en la pisada y colocación de tus pies, para bajarlos bien. Y qué me dices de ésa farola, disco de circulación o banco de parque; ¿acaso no son protagonistas de tus días? ¿ Me vas a decir que no entran en la rutina de cada uno de tus días? Pues sí, y tanto, que si una mañana han sido cambiados de lugar o han desaparecido, lo notas, te das cuenta. Pero qué me dices de esos objetos dejados a la mano de la dejadez unos, y a la mano de la lejanía otros. ¿Qué futuro les espera? Sí, ya sé que están ahí para algo o fueron ya parte importante de alguna maquinaria o momento, quizá en alguna década atrás, pero eso no quita ahora, que deseen ser mirados y percibidos. Un momento! No trato de entrar en el dilema de si las cosas se dan cuenta de todo esto (como pensarán algunos). Ese es un pensamiento que se me presenta ahora inservible. Me basta con que yo me de cuenta, y partiendo de ésto, puedo sensibilizarme con ello. Resulta que mientras escribo esto, pienso que la importancia a la cosas se la damos nosotros. No es como el ser vivo capaz de valorarse por sí mismo o de buscar que lo valoren, no, las cosas que no son "famosas", imprescindibles, o vistas diariamente (mensualmente, anualmente...), porque las cosas a las que me refiero, necesitan que les demos un vistazo, e incluso que les digamos: "Ey, qué curioso, qué forma tienes, y ese aspecto.... claro, la brisa marina es tan cruel con el hierro... pero eso te hace tan interesante!" o algo parecido. O nada, simplemente que nos demos cuenta de que ahí están, con esa forma, en esa posición... Porque no todas las cosas son como esa papelera estupenda, deseada por todo el mundo, o por el que camina cada mañana por Triana, o esa barandilla tan necesaria de ese lugar... e incluso esa tan ansiada señalización para el conductor (la envidia de las señales perdidas en cualquier carretera olvidada o mucho más que secundaria). No. Por eso, hagamos una toma de consciencia de que existen esos otros objetos desafortunados. Será una especie de homenaje en silencio. !Vamos, no sean perezosos! ¡Acaso estoy pidiendo la formación de una ONG para ellos!? Pido sólo que lo tengamos en cuenta.

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